“Línea líquida” es un libro en el que domina el humor de principio a fin. Por lo demás resulta de difícil encuadre. Es narrativa y podría ser una novela, pero se trata de un libro de memorias que abarca dos o tres años del autor en su cincuentena, luego no parecen unas memorias; quizá podría presentarse como diarios, pero ocurre que no hay días marcados. O una novela coral sobre los amigos del autor, mezclado todo con cuñas de crítica inmisericorde del acontecer profesional, cultural, político…
No es improbable que sea la primera vez que un blog no aparece como tal encastrado en algunas páginas de un determinado relato, pero que aquí se ha expandido para transmutarse en una narración ecléctica que ha cambiado los ángulos expresivos habituales, y en ese sentido es realmente novedosa.
Está cuajada de ironía, que destila a raudales, y comprensión —alguien llamaría piedad— por las vicisitudes no demasiado enaltecedoras que nutren la vida a una determinada edad. Los hechos cruciales son los aparentemente más arrinconados, dentro de un sentido de la vida claramente hedonista y de vocación bohemia, que se desarrolla por y con los mismos locales y elementos.
Durante la niñez es donde mejor se tejen los sentimientos, las vivencias, la percepción de todo lo que nos rodea, con sus detalles y pormenores, quedándose custodiado, como si de un tesoro se tratara, hasta la etapa adulta, en donde la capacidad de análisis madura, y muy especialmente, en periodos de la vida en los que, por alguna circunstancia, se echa el freno a la vertiginosa actividad que va marcando la sociedad en que vivimos.
Con bastantes años de retraso, pero con la misma frescura que cuando fue escrito, aparece hoy este cuarto y último volumen de las memorias de Fernando de Villena, que abarca el periodo comprendido entre 1998 y 2007. Se trata, pues, de la continuación de libros como El desvelo de Ícaro, Atlántida interior y La primavera de los difuntos. Una vez cerradas las memorias con este Hiemal, el autor granadino ha dado paso a un amplio diario que esperamos ver publicado algún día.
Muchos de los acontecimientos históricos que se anunciaban en Hiemal ya se han cumplido; muchos de los pensamientos y opiniones políticas y sociales que se exponían, luego han sido desarrolladas por el autor en otros libros como La revolución pacífica.
La vida fluye ahora demasiado velozmente y la obra de Fernando de Villena tampoco se detiene. En Hiemal, en fin, encontramos noticias de la vuelta del escritor a Granada tras varios años de peregrinaje por institutos en diversos pueblos andaluces; un valiente análisis sobre la situación del mundo en unos años críticos que abrieron la caja de Pandora respecto a todo lo sucedido después; descripciones de algunos viajes del autor, y sus atinados comentarios acerca de la vida literaria española del momento.
Por último, el libro incluye un conjunto de meditaciones y adagios de gran profundidad que Fernando de Villena ofrece a manera de testamento. Todo ello hace de Hiemal un libro imprescindible dentro de la amplia bibliografía de este controvertido escritor que, tanto en verso como en prosa, durante treinta y cinco años de creación, ha ido construyendo un universo propio fascinante y una obra de las más firmes y lúcidas de nuestro actual periodo democrático.
“Línea líquida” es un libro en el que domina el humor de principio a fin. Por lo demás resulta de difícil encuadre. Es narrativa y podría ser una novela, pero se trata de un libro de memorias que abarca dos o tres años del autor en su cincuentena, luego no parecen unas memorias; quizá podría presentarse como diarios, pero ocurre que no hay días marcados. O una novela coral sobre los amigos del autor, mezclado todo con cuñas de crítica inmisericorde del acontecer profesional, cultural, político…
No es improbable que sea la primera vez que un blog no aparece como tal encastrado en algunas páginas de un determinado relato, pero que aquí se ha expandido para transmutarse en una narración ecléctica que ha cambiado los ángulos expresivos habituales, y en ese sentido es realmente novedosa.
Está cuajada de ironía, que destila a raudales, y comprensión —alguien llamaría piedad— por las vicisitudes no demasiado enaltecedoras que nutren la vida a una determinada edad. Los hechos cruciales son los aparentemente más arrinconados, dentro de un sentido de la vida claramente hedonista y de vocación bohemia, que se desarrolla por y con los mismos locales y elementos.
Durante la niñez es donde mejor se tejen los sentimientos, las vivencias, la percepción de todo lo que nos rodea, con sus detalles y pormenores, quedándose custodiado, como si de un tesoro se tratara, hasta la etapa adulta, en donde la capacidad de análisis madura, y muy especialmente, en periodos de la vida en los que, por alguna circunstancia, se echa el freno a la vertiginosa actividad que va marcando la sociedad en que vivimos.
El libro Aspiraciones, sueños y vivencias es un confesionario lo justamente visitado por mi presencia testimonial como para alejarlo de un relato puramente personal. Tras esa celosía se pone de hinojos, sobre todo, la fábula. Aunque forme parte en cierta medida de esa realidad vislumbrada como posible por José Antonio, Paco, Eufrasio… personajes que, con distintos nombres, como mentores y actores de esa vida que los enfoca, cualquiera puede arrogarse. Y existe la neta veracidad. A la que dejo jugar con frecuencia con aquélla al escondite para que se intercambien voces y perspectivas. Aseveraciones y controversias.
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