Un desvío supone siempre una alternativa. La literatura, y con más razón la poesía, debe entenderse hoy como eso, como una alternativa, como otro camino diferente al que sigue la mayoría, que nos permite ser más nosotros mismos y menos como nos obligan los demás. Un ejercicio reivindicativo de la individualidad. La coherencia unitaria del poemario Desvíos surge de la suma de sus partes o bloques, dedicados a la literatura, el erotismo, la sugerencia y lo inefable y la metafísica existencialista, más dos poemas «de propina».
El cante es una expresión dramática por excelencia que, junto a la música, contiene los elementos básicos de la representación: texto e interpretación. Las letras que aparecen en este libro las veo, por tanto, para ser representadas. Con ello quiero decir que no es mi intención hacer poesía porque la poesía es una expresión literaria total y los textos del cante quedan incompletos si no se convierten en expresión dramática. Mientras escribo estas letras flamencas, lo hago imaginándome el cante en su plenitud teatral, pero sólo puedo trasladar al papel la parte que le corresponde al letrista; por esa razón me veo en este libro más cerca de un dramaturgo que de un poeta.
En el filo del tiempo transparencia
parece deslizar la poesía,
el silencio y la luz de la conciencia,
el ánima del astro y la armonía.
En el olvido, al borde de sí mismo
es amor el retraso fulgurante
que prolonga el principio del abismo
en el eterno vuelo del instante.
Mas yo sé que si me quisieras para
siempre infiel te sería, pues dos veces
no se da un mismo bálsamo en la vida.
Mi espíritu no duerme, atiende cara
a cara sobre el sueño que me ofreces,
y despierta en la luz que nos olvida
Luisa Esquivel, una joven enfermera de treinta y dos años, intenta llevar una vida apacible repartida entre su trabajo y su pequeño apartamento. Sin embargo, una mañana de domingo, recibe una llamada telefónica relacionada con un suceso ocurrido hace un año en Valladolid, y en el que su padre estuvo implicado.
Este hecho le lleva a conocer a Jurgüen Ritter, un extraño individuo que estuvo envuelto en el mismo suceso, y que sabe más de la vida de Luisa de lo que ella sospecha. Y si las cosas comenzaban a complicarse en su tranquila existencia, la irrupción en escena del inspector Valentín Fonseca le hace comprender a Luisa que sus problemas no han hecho más que empezar.
Amenazada por Ritter y vigilada por la Policía, la vida de Luisa se convertirá en los días sucesivos en una auténtica carrera a contrarreloj. Un puro desconcierto que invadirá todo cuanto hay a su alrededor, y en dónde cada decisión tomada traerá sus consecuencias.
A través de las palabras de su propio autor, se descubren las ideas y opiniones de este literato del Siglo de Oro que nos retrató la vida de la Corte, las costumbres y la actividad literaria de un tiempo de cambios y polémicas que muestran la sociedad del siglo XVII. Las corrupciones y la decadencia de costumbres y usos, la crisis económica y social, los vicios y virtudes de todos los estamentos, pasan por su pluma sin que haya ningún obstáculo que impida declarar sus propias opiniones. Con ideas claramente tradicionalistas y con una moral severa, Cristóbal Suárez de Figueroa, a través de los diálogos de cuatro personajes que hace coincidir durante un viaje a Italia, nos proporciona en El Passagero toda una panorámica de la Italia y la España barrocas, salpicada de lecciones morales y consejos útiles para la vida. Sus finas dotes de observador y sus juicios acertados sobre personas, ciudades, y maneras de vivir, no pueden dejar indiferente al lector actual deseoso de conocer un tiempo en el que se creía que España era un gran imperio, que el arte literario español estaba en el mejor de sus momentos, y, a pesar de todo ello, la sociedad atravesaba una de sus peores crisis no sólo materiales, sino espirituales y de creencias y confianza colectivas.
Antonio Carvajal inició su colaboración semanal de los jueves en el periódico Granada hoy en marzo de 2005, bajo el epígrafe de «Costumbre sana», gracioso intertexto que un año después, en la colaboración número 50, explanaría con claridad meridiana. El profesor de Métrica y de Retórica literaria, «maestro del microanálisis » según Antonio Chicharro, se somete gustoso a los límites de la columna —no llegar nunca a los mil ochocientos caracteres, blancos incluidos—, y trata de cumplir el precepto establecido por Horacio: deleitar aprovechando. Procura el deleite eligiendo textos con calidad y explanándolos con prosa fluida, escrita para ser leída en voz alta, mezclando artísticamente los tonos, del variopinto humor a la gravedad más adusta, con la erudición precisa para informar al lector sin agobiarlo y subrayando el rasgo preciso en que reside el efecto estético o la lección moral. Suministra el provecho por dos vías principales, la inserción del poema, sea de la época que fuere, en nuestro vivir cotidiano y el breve apunte técnico, histórico o crítico, tendente a instruir suavemente a los lectores menos informados sin resultar fastidioso a los cultos. Difícil ejercicio, del que suele salir airoso, a veces con ironía, a veces con apasionamiento, siempre con verdad……
Las tres obras de Adelardo Méndez Moya incluidas en este volumen son totalmente distintas entre sí, muestra de que el autor se mueve en varias formas de hacer teatro.
Como no haya sido la calor… tiene una clara influencia de Valle Inclán, no sólo en la ambientación, personajes y lenguaje, sino además en las largas acotaciones bellamente literarias. El texto lo podríamos considerar una mezcla de sainete y tragedia rural, ya que es en el campo –el bosque– donde tiene lugar el meollo de la trama argumental, aunque el resto de las escenas, constituidas por lo que podríamos llamar el coro, nos sirven para irnos contando –interpretando– todo lo que sucede, incluso ese algo mágico y de misterio fundamental en la trama, a lo que ellos no son capaces de llegar.
El dueño de la mirada (El de enfrente) es una obra que podría escenificarse en un cabaret sin descartar por eso el recinto teatral, como es natural. El notable erotismo que contiene lo estimula un voyeur que, desde el piso fronterizo observa las evoluciones sexuales de la pareja protagonista. Ella sabe de la presencia del «mirón» de enfrente, pero ¿hay más?
Perros de la ciudad es un peregrinaje en ocho cuadros a través de una ciudad –que puede ser cualquiera– de dos mendigos, Joe y Roberto. El periplo servirá como aprendizaje del subvivir urbano, aferrándose a lo que se encuentra (que otros han tirado a la basura) en la tarea de alcanzar un día más de existencia..
Un compromiso contraído con nosotros mismos nos lleva año tras año, desde el 2000, en que comenzaron, a celebrar unas Jornadas en las que nuestro Grupo de Investigación «Toponimia, Historia y Arqueología del Reino de Granada» presenta los resultados de su investigación en un tema concreto y específico. A ellas invitamos por lo general a otros investigadores y/o profesionales con los que colaboramos o tenemos relaciones más o menos consolidadas. En la presente ocasión, en el año 2004, se eligió como tema el de «Ciudad y arqueología medieval». No se trataba de una reunión como tantas otras en las que se habla de la investigación concreta sobre unos y otros núcleos urbanos, ni tampoco de examinar los mecanismos existentes para conducirla. Nuestro deseo era plantear un debate a partir de casos específicos que habíamos tratado o que estábamos comenzando a investigar. Al mismo tiempo, queríamos saber cómo funcionan los mecanismos administrativos y preventivos para poder conducir el análisis de las ciudades en época medieval, que, en nuestro caso concreto, es siempre de una adscripción andalusí. La oportunidad se nos presentaba por el comienzo de un proyecto I+D titulado «La ciudad y su territorio en época nazarí».
CUANDO ME MARCHE
CUANDO muera
nadie quede en silencio,
ni lágrimas rueden
sobre mi desierta mesa.
No se levanten cirios
ni se bajen en mi recuerdo
tristes las cabezas.
Cuando la muerte me acompañe
nadie vista luto,
ni coronas de flores me adagen.
No se adornen lujos
ni se regalen las maderas finales.
Cuando al morir me marche
dejad las ventanas abiertas,
y alegría en el aire…
ATLANTIS
AL borde del abismo,
nuestros remos desnudos
cortan
las aguas hiperbóreas,
tejiendo espirales
ante la boca de Fingal.
Navegando
entre las piedras de la noche,
más allá del umbral conocido,
tras los tallos plateados
con ramaje de obsidiana,
hacia la tierra de los sueños.
Donde
los hurones, los osos y las martas,
toman el té
con los guerreros barbudos
que custodian el monte sagrado.
Arde Shanghai es una suerte de diario narrativo cuya principal protagonista es una de las ciudades que está destinada a ser uno de los centros de referencia mundial del siglo XXI: Shanghai. El autor, desde la mirada privilegiada del extranjero que conoce con profundidad la cultura china, se convierte en un paseante de excepción que dialoga con el pasado y el presente de una ciudad en la que se está proyectando el futuro de la nueva China.
Todo el libro está escrito con una prosa lírica de gran belleza y un formato arriesgado, donde el diario, el cuento breve o el poema en prosa confluyen para recrear la atmósfera literaria de una de las ciudades más prometedoras del siglo XXI.
La delgada línea que separa la existencia del más allá sirve a Flor, Mamaflora, para repasar la historia de cuatro generaciones en un tiempo, casi todo el siglo veinte, y un lugar, una ciudad andaluza. La autora hace un repaso de la vida social y política, los amores y desamores de una familia que vive situaciones extremas, como la contienda civil, o la lucha sobrehumana de una mujer para sacar adelante a los suyos en unas condiciones durísimas y una sociedad completamente hostil. Flor, Mamaflora, se aprovecha de las situaciones o, más bien la autora utiliza a la protagonista y sus personajes, para hacer un repaso histórico y geográfico, con el objetivo de describir rincones y paisajes de los acontecimientos novelados.
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