NO INSISTAS. Los porqués de las cosas no se saben
[jamás.
Las causas jamás han existido para las grandes
[decisiones.
(El corazón no filosofa nunca). El corazón estalla,
te arroja por la esquina de un rayo de amor
[inesperado,
o te empuja a luchar por ese hermano, quizá
[desconocido.
El corazón revienta, se hace olas, se desborda
[en deseos.
Se desgaja. El corazón lo es todo.
Sólo tienen razón las cosas que no importan.
Si amas, si te entregas, si te das por completo,
Las causas nada importan. Sólo darse, tomarse,
revestirse de otros es la razón suprema.
Las causas, las razones, son juegos inocentes
para justificar la Muerte.
SER?
A Rafael Guillén
Demolieron con cargas de tedio
los pilares de humo
de nuestra existencia.
Desierto sin desierto.
No hay muro que mi mirada
sostenga,
sin espacio,
sin tiempo,
no hay YO defendible
más allá del cósmico vacío
que aún no ocupa la materia.
SI CANTA EL RUISEÑOR
Si canta el ruiseñor
no interrumpas su trino pues consuelo
del alba es, más deja
que fluyan sus arpegios como bálsamo
que cure las heridas e ilusione
tus ojos melancólicos. Si canta
el ruiseñor primaveral y cálices
se abren policromados, reconoce
que aún es posible renovar despojos
de la naturaleza.
Nadie se acuerda de entonces. Ni tan siquiera de
las palabras que explotaban cerca de nosotros,
entre sangre y ventiscas, cubriendo huecos de lejanía
a golpes por la madera o heridos de luz.
El poeta va disfrazando pájaros, helechos sin frío
y líneas marginales al estreno del labio. Y surge
el miedo de escribirse en sus versos.
EXTRAÑOS EN UN BAR
La encontré una tarde de lluvia y poesía,
solitaria, en el bullicio de un bar,
sentada, supuse, ante una taza de té.
Vestía de negro y parecía perdida
buscando el camino de vuelta
entre el humo azul de su último cigarrillo.
Pensé: me gustaría ser su ángel de la guarda.
ERIAL
Buscas el verso que en la boca pone
la exacta dimensión de las palabras,
el nombre de las cosas,
y encuentras el clamor de los barrancos,
el eco que rebota y se extermina.
El ruiseñor es un viejo cómplice de la poesía. Convierte su soledad en canción y transforma la fragilidad de su canto en un secreto sonoro, y con los ojos, que puede colarse por cualquier ventana para espiar la realidad. En las Pequeñas verdades de Jesús Cabezas Jiménez, aparece también el ruiseñor. El poeta pregunta por él entre sus compañeros de trabajo y nadie llega a responder, ningún compañero comprende el sentido de su voz. Como ocurre siempre en la poesía, los símbolos se cargan de significado, apuntan en dos direcciones, matizan y enriquecen el sentido humano de los acontecimientos. La voz desatendida del ruiseñor habla de la soledad del poeta, del aislamiento que a veces conmueve el corazón del individuo que se empeña en conservar aquellos valores de vida y de conciencia olvidados por la sociedad.
Una vez conectado por la palabra al metafísico silencio de todos los mundos presentidos (porque son), el hombre (el poeta) se sabe vivo —es— y vibra creciendo en el combate de los versos por el que ganará finalmente sus restitución al origen, como si en ese impreciso instante el dedo índice del tiempo por fin le insuflara su luz a los seres posibles y a todo lo inexistente que, por no ser, se hace carne incorruptible de su alma en el vasto territorio que imagina.
He aquí la verdadera poesía: la que nace “del conocimiento y del asombro”, según declaraciones del propio Rafael Guillén a José Espada Sánchez.
VISIÓN DEL FIN
I
Como sombras,
como ríos sin llanto,
como escaleras mudas que presencian,
cansadas,
su soledad de siglos,
esquinas al fondo
que atrás no vuelven la mirada
porque ignoran, porque huyen del próximo
peldaño antes de haberse visto allá –hundidos–:
campo yermo y desierto, sombra o luz…
Como ríos que escapan, sedientos,
siempre van hacia el norte al que temen,
hacia el centro final donde el origen
sin tiempo fue (¡ellos!, ¡ellos!),
anegado de fuego,
quieto cauce en la noche,
amanecer de muerte ante el espejo.
Van…
Andan huellas sin rumbo,
persiguiendo la sangre frente al miedo.
A todos los que fuimos,
a todo lo que creímos ser,
sobre todo canto, escribo
en esta ciudad desconocida
la de calles frías y adoquines
recordando donde se cruzan las pisadas
como ecos eternos, semejanzas del pasado.
Un lugar verde de agua
y entre ruidos, la soberbia.
Meso los ensortijados
cabellos de aquella mujer sin cabeza.
1 ENERO
Vivir
medir la danza oculta del ser
con la cuerda invisible del amor.
18 ENERO 1925
Amar
con la vena abierta
de par
en par
y
la sangre llamando
a todas las puertas
Narra Plutarco cómo Alejandro Magno lloró sobre la tumba de Homero lamentando amargamente la ausencia de un cantor digno de sus hazañas.
Narra Plutarco cómo Alejandro Magno lloró sobre la tumba de Homero lamentando amargamente la ausencia de un cantor digno de sus hazañas. Pasado el primitivismo del origen, el de la primera poesía rapsódica, de espíritu arcaico y dominada por el acontecimiento real y fatídico (el canto de victoria de Judith sobre Holofernes, las palabras en el regreso de David con la cabeza de Goliath, la canción de la poetisa Telesila llamando a las mujeres a las armas para salvar a la ciudad de Argos, o Solón, entusiasmando a los atenienses para la conquista de Salamina…), el cantor se aleja del instante presente, se vuelve hacia el pasado y lo transfigura a la luz de lo contemporáneo; así eleva ese presente contemplando a los héroes antiguos, presenta el ideal perdido como realidad y da expresión al grado histórico, naciendo la conciencia de tradición. Homero ya describe un mundo desaparecido, Hesiodo narra en la Teogonia el nacimiento de los dioses, Isaías un mundo perfecto, con imágenes similares a las de Hesiodo, en bien del Estado del Dios mesiánico.
Algo queda después de tanta pena. Habla un hombre. Soy yo: José García. Y algo es alguien que vive todavía, a favor de su nombre, cuando suena.
Algo queda después de tanta pena. Habla un hombre. Soy yo: José García. Y algo es alguien que vive todavía, a favor de su nombre, cuando suena.
Cómo duele la vida. Pero es buena, si algo queda después de cada día. Algo: un libro, un golpe, una alegría, una mano, un verso u otra pena. Porque, os digo, mi vida es una guerra y aunque acabe rindiéndome a la tierra yo no voy a entregarme por completo.
Algo queda, después de cada hombre. Algo, acaso, tan poco como un nombre enterrado a la sombra de un soneto.
No sé si porque he sido siempre un romántico sin remedio curativo posible o porque siento una especial debilidad por las personas que un día tuvieron que abandonar con todo
No sé si porque he sido siempre un romántico sin remedio curativo posible o porque siento una especial debilidad por las personas que un día tuvieron que abandonar con todo el dolor de su corazón y para siempre su patria chica —durante mi infancia perdí a muchos de mis amigos cuando sus padres se vieron en la imperiosa necesidad de emigrar a Madrid o Barcelona en busca de un futuro mejor—; o motivado, tal vez, porque mi padre tuvo que ausentarse la mayor parte del año durante toda su vida laboral —lo que en su época prácticamente correspondía a su vida entera— de su hogar y de su gente, cada vez que conozco de cerca la figura de un emigrante, instintivamente me uno a su causa y a su soledad. Emocionalmente me hago uno de ellos, siento su dolor como si fuera el mío propio. Con este sesgo afectivo me acerqué a la figura de José Luis García Herrera. Antes de conocerlo personalmente, ya lo había soñado en mi corazón. He de confesarlo abiertamente antes de seguir adelante, por una pura cuestión de honestidad personal. Más tarde, cuando leí sus versos y disfruté con ellos, supe además —en realidad, alcancé la certeza— que palpitaba dentro de sí un portentoso poeta.
La peculiar estructura de la poesía de Belén Juárez presenta un riesgo cierto y una indefensión probable: el riesgo de que el lector la identifique con la escritura automática,
La peculiar estructura de la poesía de Belén Juárez presenta un riesgo cierto y una indefensión probable: el riesgo de que el lector la identifique con la escritura automática, y en consecuencia cierre el libro que minutos antes, por curiosidad, lo ha abierto; y la indefensión: es bastante probable que sus claves precisen un periodo dilatado para su interpretación correcta, de lo que se desprende que ni aun los críticos podamos ofrecer, estemos en disposición de dar, un código plausible que ampare esta visión del mundo, esta (re) construcción de la realidad, privativas de su poesía.
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