ESPERAR LA LLUVIA
Yo no pido que tengas caderas de luz a todas horas
o que surja el poema en tu mejilla
como el oro lo hace
sobre la plata azul que alumbra el cielo.
No pido tanto, acaso un sacrificio,
o una leve verdad amanecida.
Me basta con que lluevas y te entregues
como la rosa que se enciende en primavera
para que yo recoja tu espina y tu fragancia
sobre este cuenco de cristal que son mis manos.
DE un poema libre,
sin cirugía,
la rima sueña ser no siendo.
Pide a la estrofa que abra sus cremalleras,
que del negro chal se desvista,
que deje el yugo para melosas canciones en moda;
¡que deje los versos volar!
libres,
en un poema
libre;
aunque confundido vaya
en busca de los grotescos sueños de Príapo
o de Ícaro.
Una mujer tiene mucho tiempo de esperas y ha
forjado de minucias un imperio. Y tú, que nunca has
intentado traspasar ese Imperio, esa Luz o esa
Alma, vas y en ella te escondes: en este cuerpo mío
que destejió las sombras y había fecundado las
noches de su vida con tu ausencia. Te encontró, trajo
el fuego, ardimos los dos juntos y ahora ni en el
fuego ni en el ascua: ceniza soy, y entre la ceniza de
la llama doméstica me encuentro con todos los
estigmas colgando de mis labios. Hijo del aire te
llamé y nombré las dos alas que traerían al Silencio:
setenta veces siete lo he sentido clavado en mis
espaldas y vencida por él escribo desde el grito del
mar que ha sido río, charco y llanto de las madres,
desde el acontecer que va en lo sucesivo al infinito
de todos los relevos en la ductilidad de lo creado.
…
En el sosiego de la tarde cálida,
aterrizan los gorriones en el huerto
clausurado y silente
de la casa que hospedó a los vencejos.
Una explosión de plumas
cae ruidosa, como un don sereno,
sobre la copa fértil
del árbol mudo y quieto.
Deslumbran los membrillos olorosos,
naranjos y ciruelos,
olivos que en el aire hunden sus ramas,
níveo jazmín que olvidó el saqueo…
Ruidosa algarabía de las aves
otoñales: mi corazón os dejo
en la sacra memoria
del instante fugaz a que me entrego.
Un fuego negro devoraba al día,
y goteaba sangre la azucena.
Allí instaló siniestra la gangrena,
su infame imperio sobre la alegría.
Y un gran clamor del mar, hondo, emergía.
Lloraba tras su flauta un dios en pena,
era larga, muy larga la condena
en una tierra inhóspita y baldía.
Como oscura presencia del espanto
o infame testamento de la vida,
turbio latido de una estrella rota,
el mundo se hizo llanto, llanto, llanto.
Había un hombre solo con su herida:
y no supo explicarnos su derrota.
I ALMANACKAN
Om du ville säga: Jag är den som väntar. Jag finns alltid här. Jag är
den närvarande. Var du den frånvarande om du måste. Var den
trolösa. Rastlösheten. Resorna. Jag har det bra här, med min
almanacka på vars varje blad det står Idag kommer hon nog!
EN EL ALMANAQUE
Si quisieras decir: Yo soy quien espera. Yo siempre estoy aquí.
Yo soy quien permanece. Serías tú el ausente si fuera necesario.
Serías el infiel. La inquietud. Los viajes. Yo lo paso bien aquí, con mi
almanaque en el que en cada hoja pone ¡Hoy seguro que ella vendrá!.
En el filo del tiempo transparencia
parece deslizar la poesía,
el silencio y la luz de la conciencia,
el ánima del astro y la armonía.
En el olvido, al borde de sí mismo
es amor el retraso fulgurante
que prolonga el principio del abismo
en el eterno vuelo del instante.
Mas yo sé que si me quisieras para
siempre infiel te sería, pues dos veces
no se da un mismo bálsamo en la vida.
Mi espíritu no duerme, atiende cara
a cara sobre el sueño que me ofreces,
y despierta en la luz que nos olvida
ATLANTIS
AL borde del abismo,
nuestros remos desnudos
cortan
las aguas hiperbóreas,
tejiendo espirales
ante la boca de Fingal.
Navegando
entre las piedras de la noche,
más allá del umbral conocido,
tras los tallos plateados
con ramaje de obsidiana,
hacia la tierra de los sueños.
Donde
los hurones, los osos y las martas,
toman el té
con los guerreros barbudos
que custodian el monte sagrado.
LA NOSTRA CASA
SIAMO tu e io nel grande appartamento.
Senza più figli e senza più il tormento
di far quadrare i conti a fine mese,
senza scosse e spiacevoli sorprese.
Tu nel soggiorno a fare le tue cose,
io nello studio con i miei spagnoli.
Non hanno spine ormai le nostre rose,
siamo solo noi due, sempre più soli.
Da qualche anno ci diamo appuntamento
solo all’ora del pranzo e della cena,
ed aspettiamo trepidi il momento
di andare a letto, ognuno al suo angolino.
Per le urgenze che valgono la pena
comunichiamo per telefonino.
NO NOS DEJARON TIEMPO. NO PUDIMOS
bebernos más que nuestra propia sangre
aún viva y caliente.
Después, la muerte lenta, inexorable,
nos fue llamando a todos, de uno en uno.
Y la mirada se quedó dormida
acariciando el verde de los prados
que flotaban al viento de los llantos
de nuestras madres y de nuestras novias.
Y se hizo el silencio
cuando salió la luna allá, a lo lejos,
por detrás de los tesos escondidos.
Y la sangre envolvió la madrugada
XIV
TU n’as que moi pour contenir tes craintes !
Mes repentirs, mes doutes, mes contraintes
Son le défaut de ton grand diamant ! …
Mais dans leur nuit toute lourde de marbres,
Un peuple vague aux racines des arbres
A pris déjà ton parti lentement.
XIV
¡CONTENGO únicamente yo tus miedos!
¡Mis contriciones, dudas y denuedos
Son de tu gran diamante la impureza!…
Pero en su noche grávida de mármoles,
Un pueblo errante entre raíces de árboles
Lentamente por ti a crecer empieza.
SUEÑO DE NUEVA YORK
BAJO el gigante alado de metales sin plumas
[voladoras
Manhattan se enternece, disminuye y se pierde.
Los rascacielos son cascarones de piedra
[de juguete,
preámbulos de una ciudad de insectos.
La geografía de tus besos, la chispa de tus ojos
se disipa en un horizonte de crepúsculos
[que se repiten.
Todo se pierde bajo los pies de un hombre,
como si el universo relajara sus leyes,
como si el cosmos decreciera hasta extinguirse.
Cuando la velocidad crucero surca los aires
[de un cielo negro
que amanece al instante, América no existe,
Nueva York es sólo el recuerdo de un poeta
[que sueña.
Con Las sombras del agua nos presenta su poesía Diego Vaya. ¡Supone tanto para un poeta el primer libro! A partir de su publicación, lo que era devoción secreta, dominio privado, terreno personal en el que expresarse y probarse, tarea en la que trabajar a solas y superar dificultades, y afinar un instrumento aún rebelde, pasa a ser de dominio público, voz que se abre paso entre otras voces, generoso regalo y arma de seducción, autorretrato ofrecido a los demás, a los cercanos y a los desconocidos, que van a poder disfrutarlo y encomiarlo, pero también juzgarlo y criticarlo. El primer libro de un poeta abre una nueva brecha en el inmenso bosque de lo escrito, y de él depende en buena parte su trayectoria posterior, la ruta que va a seguir su poesía, los mundos que en ella y con ella y por ella va a descubrir y transitar..
DESCENSO AL HADES
También tienen su infierno
las palabras: aquellas
que no nombran, silencian
o ignoran; las palabras
que engañan y confunden;
las que insultan y matan;
sobre todo
las que el timón del mundo
gobiernan y conducen
la nave de los hombres
al abismo y al caos y a la nada.
Tienen también
su infierno: la sombra
de cosas que no son, antisustancia,
el gemido de las generaciones
que arrastran su ceguera por la noche
mientras el cielo cierra sus ventanas.
La poesía se funda siempre en el misterio. De ese misterio que procede de la naturaleza que vive en nosotros. Como una rueda sin fin de sugerencias y de interpretaciones para el goce artístico de tantos admiradores y degustadores de poesía, un arte
tan maduro en pensar y sentir.
Ahora bien, cuando todo discurso poético se hace carne y talante personal, adopta unas características muy especiales: Para Rafael Alcalá, la poesía ha tenido una función peculiar: salvarle de sus propios fantasmas, interiores o exteriores, servirle como un medio de practicar una intra-autoterapia. He ahí, otra misión taumatúrgica del más bello arte de la palabra escrita: el mensaje poético.
Con el presente poemario, Rafael Alcalá ha adoptado la postura de dar por concluida su obra. No sabemos, ciertamente, si habrá cometido un gran error, ya que conocemos en su totalidad, esa brillante trayectoria comenzada allá en 1975 —tardíamente, por cierto, tremendamente responsable, por tanto—, que dada su gran calidad —avalada por la crítica más diversa y especializada—, podía habernos dado libros sucesivos. Pero también es cierto que retirarse a tiempo, es, a nuestro juicio, una postura inteligente.
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